viernes, enero 26, 2007

El asesinato del periodista turco-armenio: Noticia y editorial publicados en El País

J. C. SANZ / AGENCIAS - Madrid / Estambul
EL PAÍS - Internacional - 20-01-2007
"Han disparado contra la democracia y la libertad de expresión". Sombrío, el primer ministro turco, Recep Tayyip Erdogan, compareció ayer con estas palabras ante las cámaras de televisión para condenar el asesinato del periodista Hrant Dink, uno de los principales líderes de la comunidad armenia en Turquía. Dink, de 53 años, fue atacado por un desconocido que le descerrajó tres tiros a las puertas de la sede del semanario Agos, la revista bilingüe que dirigía, en el centro de Estambul. "Quienes me amenazan son los principales interesados en que Turquía no se aproxime a la Unión Europea", declaraba a EL PAÍS el pasado junio Dink, poco después de uno de sus numerosos juicios por defender la existencia del genocidio armenio de 1915. "Somos muchos los que nos resistimos en Turquía a seguir viviendo en la mentira", dijo entonces Dink. Al igual que otros intelectuales que se atrevieron a cuestionar los tabúes establecido por el régimen fundado por Mustafá Kemal, Atatürk, en 1923 -como el último premio Nobel de Literatura, Orhan Pamuk-, el periodista Hrant Dink se había convertido en uno de los principales objetivos de la ultraderecha turca, radicalmente opuesta al proceso de incorporación de Turquía a la UE abierto en 2005. En los escuadrones nacionalistas, los temidos Lobos Grises que ensangrentaron el país en sus enfrentamientos armados con los grupos de ultraizquierda antes del golpe militar de 1980, surgieron figuras como Mehmet Alí Agca, que atentó contra Juan Pablo II en 1981 y que hoy permanece encarcelado en Estambul.El cuerpo sin vida de Hrant Dink quedó tendido sobre la acera, cubierto por una sábana blanca, a la puerta de la sede de su revista, en el céntrico distrito de Sisli de la parte europea de Estambul. Su asesino le disparó casi a bocajarro dos tiros en la cabeza y al menos un tercero en el cuello poco después de las tres de la tarde (las dos, hora peninsular española). Varios testigos identificaron al autor de los disparos como un joven de unos 20 años vestido con una cazadora vaquera y con la cabeza cubierta por una gorra blanca. "Disparo contra los no musulmanes", gritó antes de darse a la fuga.
La policía turca detuvo ayer a tres sospechosos en relación con los asesinatos. Varias decenas de personas se concentraron ante la sede del semanario Agos con gritos como: "El Gobierno asesino tendrá que rendir cuentas".
"Las balas iban dirigidas contra la democracia y la libertad de expresión. Condeno las manos traidoras que están detrás de este crimen", afirmó en una conferencia de prensa el primer ministro Erdogan en Ankara dos horas después del asesinato de Dink. "Es un ataque contra nuestra paz, contra nuestra unidad y estabilidad", reconoció el islamista moderado Erdogan, quien se comprometió a esclarecer los hechos. Los ministros de Interior, Abdelkader Aksu, y de Justicia, Cemil Çicek, fueron enviados inmediatamente a Estambul para dirigir las investigaciones sobre el asesinato del periodista turco-armenio. En un primer momento, el primer ministro turco informó, sin dar más precisiones, de la detención de dos sospechosos cerca del lugar donde Dink fue tiroteado, pero los dos quedaron en libertad tras ser interrogados por la policía.
"Turquía es un país donde gente de diferentes culturas vive en paz; ningún plan traidor conseguirá arruinar nuestra unidad y nuestra convivencia", proclamó Erdogan en su intervención pública. La llamada cuestión armenia envenena las relaciones del Gobierno de Ankara con los países donde se asienta la diáspora armenia, que batalla por el reconocimiento internacional del genocidio armenio. Desde 1915 hasta 1917, hasta un millón y medio de civiles armenios cayeron exterminados en Anatolia a manos de tropas imperiales turcas o camino de un espantoso exilio hacia los actuales Líbano y Siria. Las autoridades otomanas responsabilizaron entonces a los armenios de actos de colaboración con países enemigos, como Rusia, en plena I Guerra Mundial. La moderna Turquía, nacida de la derrota otomana en el conflicto, niega la existencia de un genocidio y sólo reconoce, como actos de guerra, las muertes que se produjeron en aquella época en enfrentamientos armados entre grupos nacionalistas turcos y armenios.
Dink había sido procesado en varias ocasiones en virtud del polémico artículo 301 del Código Penal turco, el mismo que sirvió para encausar también a Pamuk en 2005, que prevé penas de hasta tres años de cárcel por "insultar la identidad turca". La última vez, en julio del año pasado, fue sentenciado a seis meses de cárcel, pero la condena quedó en suspenso. Los nuevos casos que pesaban sobre el periodista armenio amenazaban con hacer inevitable su ingreso en prisión. El Gobierno de Ankara se comprometió ante la Unión Europea a reformar el Código Penal para garantizar la libertad de expresión, pero la suspensión parcial de las negociaciones en varios capítulos, impuesta por Bruselas el pasado diciembre a causa de la negativa turca a mantener relaciones diplomáticas y comerciales con Chipre, país miembro desde 2004, parece haber congelado el proceso de conversaciones de adhesión en su conjunto.
Turquía vive, además, en vísperas electorales. El Parlamento, controlado por los islamistas moderados, debe designar en mayo al nuevo presidente de la república, un puesto al que aspira el propio Erdogan. El poderoso Ejército turco, sin embargo, se niega a ceder el último eslabón de control del Estado laico a un mandatario con marcadas raíces islámicas.
EL PAÍS - Opinión - 20-01-2007
El periodista turco Hrant Dink era un hombre inmensamente valiente como director de un semanario armenio en Estambul. Dink era un destacado intelectual de ciudadanía turca y el más importante de nacionalidad armenia en Turquía, así como un valedor de la honestidad y la libertad de pensamiento y expresión como instrumentos para dirimir y solucionar conflictos políticos presentes. Pagó esta valentía con meses de cárcel y procesamientos diversos. Y sin embargo ahora, tras su trágica muerte ayer bajo los disparos de unos sicarios ante la Redacción de su semanario, toda la Turquía decente, no sólo la pequeña comunidad armenia concentrada especialmente en Estambul, debería guardar luto y considerar su muerte como una tragedia nacional. Como lo debe hacer Europa y todos cuantos crean en la palabra y la libertad.El primer ministro Erdogan ha anunciado ya dos detenciones y calificado este crimen como una "traición al pueblo turco". Esto le honra, pero no será suficiente. Durante casi tres décadas los periodistas han sido en Turquía el objetivo favorito del terrorismo de los extremistas de derecha y de izquierda, tantas veces infiltrados y condicionados por fuerzas exteriores deseosas de desestabilizar a este miembro de la OTAN vecino de Irak, Rusia, el Cáucaso y los Balcanes.
Los que le han matado pueden ser los mismos que amenazan de muerte al premio Nobel de la Paz Orhan Pamuk. Son los nacionalistas que intentan mantener a Turquía cautiva de su trágica historia con el negacionismo de la matanza de armenios de 1915. Esta obsesión del ultranacionalismo turco es inútil y venenosa en su contumacia, además de nefasta para la candidatura al ingreso en la Unión Europea. Es tan cierto que murieron cientos de miles de armenios en una operación genocida del Ejército de un desarbolado Estado turco como que más de cinco millones de judíos murieron bajo el nazismo alemán. Negar estos hechos es incluso delito en algunos sitios -algo claramente discutible-, pero es, en cualquier caso, estúpido e inútil en todos. Turquía es una gran nación que surgió de las cenizas del gran imperio otomano y sus ciudadanos actuales tienen la misma responsabilidad en dichos crímenes que los alemanes de hoy: ninguna. Pero sí tienen la asignatura pendiente de reconocer su pasado para no ser manipulables en su futuro. Dink cumplió, en este sentido, con su deber. Lo ha pagado con la vida. Erdogan aún no cumple del todo con suficiente honestidad ante la historia y el futuro.